Muchas son las compañías que recurren a una agencia de comunicación para empresas, negocios y pymes en las que delegar su imagen en internet como una fuente más de ingresos. Los empresarios ven en este sector un nicho a explotar para expandir sus áreas de negocio, y por lo visto más de una persona malintencionada ha decidido replicar el modelo fuera del mundo societario. Redes sociales y caridad se unen, habitualmente de la mano de personas de baja catadura moral, para aprovecharse de las buenas intenciones de la gente y obtener unas ilícitas ganancias.
Especialmente sangrantes han sido dos casos recientes. Uno de ellos, más sonado si cabe en España, fue el de Nadia. Sus progenitores, sobre todo su padre, hicieron todo lo que estuvo en su mano para, bajo el pretexto de una enfermedad rara de la niña, conseguir dinero que supuestamente iban a destinar a sus tratamientos. Salieron en televisión, en prensa y multitud de periodistas, artistas y famosos en general pidieron ayuda a través de las redes sociales para esta familia… pero resultó ser todo una gran estafa. Él no aportaba pruebas de lo que decía, pero había algo peor: nadie se las pedía.
Pido perdón por supuesto. Yo misma hice una columna sobre una rueda de prensa del padre. Estuve sentada junto a Nadia. https://t.co/Gn2VMiaj1s
— Ana Pastor (@_anapastor_) December 3, 2016
El padre de Nadia se destapó como todo un trilero profesional que llevaba años, y había estado en la cárcel previamente por ello, estafando a las personas de su alrededor. Llegó a decir que su hija se sometía a tratamientos experimentales secretos, que su médico residía en unas cuevas de Afganistán y que él mismo sufría un cáncer terminal del que no se trataba para centrarse en la cura de su hija. Todo ello para, gracias a unos cuantos tuits virales con su número de cuenta y un apoyo masivo, embolsarse cientos de miles de euros que ya tenía a buen recaudo y con los que había planeado huir del país poco antes de ser apresado.
Redes sociales y caridad se unieron también para que un joven se ingresase unos cuantos miles de euros para tratarse del cáncer que decía sufrir. Sus perfiles (convenientemente hechos públicos en internet) eran el vehículo con el que comunicar el avance de su enfermedad y el medio en el que publicar fotos en las que, deliberadamente rapado y con las cejas afeitadas, narraba la supuesta batalla que libraba con su patología.
Según decía Frank Serpa, venezolano residente el Madrid, el dinero recaudado a base de donaciones anónimas iba a gastarlo en un tratamiento en Houston que nunca llegó, pues fue detenido al destaparse la falsedad del caso. No es extraño ver redes como Twitter y Facebook llenas de mensajes con personas desaparecidas, otras que necesitan ayuda, números de cuenta en los que ingresar dinero con fines benéficos y multitud de elementos con los que apoyar a personas realmente necesitadas. Pero redes sociales y caridad, con ejemplos como estos, demuestran que también pueden utilizarse para estafar.