La muerte de Iván Fandiño, torero que sufrió una cornada fatal la pasada semana durante una corrida celebrada en Francia, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate acerca de los límites del periodismo. Ni siquiera los más experimentados del sector se ponen de acuerdo. Mostrar una imagen explícita que puede herir sensibilidades: ¿sensacionalismo o realismo? ¿derecho a la información del lector o daño moral?
Las facultades de periodismo de todo el mundo tocan diariamente este tema en cientos de clases y lecciones. Las publicaciones de un medio de comunicación pueden tener límites en tres vertienes diferentes: la ética, sujeta a normas subjetivas e interpretaciones personales; la jurídica, adaptándose a las leyes para no generar al medio problemas legales; y la profesional, verificando cada información por responsabilidad periodística antes de su publicación. En el caso de la muerte de Iván Fandiño, la ética periodística se aplicó de forma dispar en distintos medios españoles.
La muerte de Iván Fandiño engrosa la larguísima lista de acontecimientos que supusieron un debate ético interno en las redacciones y una respuesta compleja por parte de los lectores, pues cualquier decisión tiene detractores. Si no se publica, quienes priman su derecho a informarse quedan insatisfechos. Si se publica, hay quejas por las sensibilidades lastimadas. Una decisión complicada que ni siquiera en el seno de los medios tiene unanimidad antes de tomarse definitivamente.
Otras cornadas mortales ocurridas a lo largo de la historia se hicieron hueco en las portadas de periódicos generalistas. El banderillero Manolo Montoliú, el torero Yiyo, el ilustre Manolete… Ya sean representantes taurinos o protagonistas de la actualidad accidentales como Aylan, las situaciones extremas siguen poniendo a prueba la catadura ética de las distintas mesas de redacción de los principales medios españoles.
ABC, uno de los periódicos generalistas más longevos de España, siguió su formato revistero habitual con la decisión de publicar la imagen. A toda página, como primer y único tema de la portada, la cara de sufrimiento de Fandiño mientras el toro le corneaba era la imagen del día para la histórica cabecera.
El País, a diferencia de lo que había hecho en las históricas portadas que acompañan a este artículo, el día después de la muerte de Iván Fandiño no incluyó el acontecimiento como la imagen principal de su portada, sino en un pequeño titular lateral. El Mundo sí dio su foto más importante de la portada a la noticia del torero fallecido: el matador, ayudado por otros participantes en la corrida, es retirado de la plaza entre gestos de dolor.
La muerte de Iván Fandiño: solo un ejemplo más
En septiembre de 2015, un niño llamado Aylan, refugiado sirio que huía de la guerra en su país, fue hallado muerto en una playa turca. La imagen de su cuerpo tendido sobre la arena dio la vuelta al mundo, aunque no todos los medios de comunicación optaron por publicarla. El debate generado alrededor de esa foto sacó a relucir la heterogeneidad de los medios de comunicación españoles y, pese a la coincidencia entre ellos en el enfoque de muchos temas capitales, la disparidad de criterios en otros temas importantes de trasfondo.
Los medios oscilaron entre telediarios que se pasaron una semana emitiendo la imagen de cómo un guardacostas recogía el pequeño cuerpo sin vida y lo apartaba de las cámaras y aquellos que tan solo dieron la noticia de forma aséptica sin mostrar el cadáver explícitamente: esa franja ética, difuminada y desubicada en función de la persona y la noticia a tratar, marcó la pauta periodística de 2015 tal y como ahora lo hace la muerte de Iván Fandiño en Francia.
Toreros corneados, refugiados, víctimas del terrorismo, zonas de conflictos bélicos, hambrunas extremas… La lista de desgracias que copan la actualidad informativa es prácticamente interminable. Todos los medios de comunicación publican, en algún momento, imágenes explícitas, pero la discusión está en dónde se fija un límite. Qué es excesivo y qué no. A partir de dónde hay que dejar de enseñar al lector lo que ocurre para proteger su sensibilidad.
Ante la falta de una verdad absoluta o solución que contente a todas las partes, lo único que prevalece sobre lo demás es la libertad del lector para escoger aquel medio que le dé lo que busca, sin conflictos éticos de por medio. Es cada consumidor individualmente quien percibe sensacionalismo en la publicación de una imagen explícita, o quien por su parte lo ve como un ejercicio de realismo. El periodismo, hasta la próxima tragedia, seguirá discutiendo consigo mismo la conveniencia de publicar o no este tipo de fotografías.
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