Instagram Stories ha supuesto una revolución sin precedentes en las redes sociales. Años después de la asimilación de las distintas redes como un elemento más del día a día de los usuarios, la moda de lo efímero ha provocado una nueva forma de entender el manejo -tanto personal como profesional- de las distintas plataformas. Pero esta fiebre no nació en Instagram.
Poco después de su compra por parte de Facebook por más de 500 millones de dólares, Instagram – que hasta la fecha se limitaba a ser una red social de amantes de la fotografía- comenzó a revolucionar sus servicios. Desde la inclusión de fotos de distintos formatos (al principio, sólo podían ser cuadradas) hasta vídeos, álbumes en una misma publicación y, por fin, las ya ilustres Instagram Stories.
Las Instagram Stories consisten en fotos o vídeos que desaparecen 24 horas después de su publicación. Son, en definitiva, una copia exacta del modelo Snapchat: una compañía que Mark Zuckerberg intentó comprar una y otra vez hasta que, después de múltiples ofertas y de chocarse contra un muro en más de una ocasión, se le encendió la bombilla. Su idea: no es necesario comprar la empresa, basta con calcar la base de su éxito.
Snapchat, además de por sus estados efímeros en forma de foto y vídeo, destacaba por la llamada realidad aumentada: filtros que se colocaban automáticamente, gafas que se ponían en la cara de la persona que se hace un selfie o, por ejemplo, una lengua enorme que sale de la boca de las personas que aparecen en la imagen.
Instagram había cambiado de propietarios y también de carácter: inicialmente era una red social casi marginal, exclusiva para iPhone y con un uso muy definido para gente amante de la fotografía. En poco tiempo, pasó a abrirse a todo tipo de dispositivos, a diversificar enormemente su contenido y a basar buena parte de su consumo en una idea que originalmente no era la suya: las Instagram Stories.
Esos estados efímeros made in Snapchat se han convertido en la principal fortaleza de la ahora red social perteneciente a Facebook. Son lo primero que aparece en la interfaz una vez se accede a la aplicación, y la economía gestual hace mucho más sencillo poder subir Instagram Stories que fotos al estilo tradicional.
Instagram Stories: el alumno que supera al profesor
Hace pocos meses, la salida a bolsa de Snapchat fue sonada por el gran valor que los mercados otorgaban a la aplicación: más de 22.000 millones de dólares de capitalización para una empresa que no vendía nada tangible, cuya base tecnológica y extravagantes propietarios no invitaban precisamente a la confianza y con una competencia descomunal que hacía exactamente lo mismo que ellos: todos los ingredientes hacían pensar que se trataba de una burbuja, y así resultó finalmente.
Ahora, con el gigante del fantasma amarillo cotizando en el parqué norteamericano con un valor muy por debajo del que alcanzó en su salida a bolsa (tan solo dos meses después había caído ya una cuarta parte de su valor), la ecuación se ha resuelto de la forma más previsible que se podía: la incógnita Instagram tenía en todo momento la sartén por el mango.
Pero, si es lo mismo y además Snapchat salió antes, ¿por qué no ha triunfado la idea original y sí un plagio lanzado años después? Principalmente, por alcance. Snapchat tiene alrededor de 166 millones de usuarios activos diarios, pero la inclusión por parte de Facebook de servicios similares en Instagram y su propia red social principal ha abierto su uso a una comunidad que roza los 3.000 millones de usuarios -hace pocos meses, Facebook alcanzó los 2.000 millones e Instagram superó casi al mismo tiempo los 700 millones de usuarios, 12 de ellos en España.
La fiebre de las Instagram Stories es tal que muchos influencers de redes sociales cobran cientos de euros por publicarlas etiquetando a marcas o mostrando productos. Cientos de euros por unas imágenes que a las 24 horas dejarán de ser accesibles para los seguidores, pero cuyo alcance prácticamente supera al de las fotos publicadas de manera permanente, especialmente por su carácter efímero.
El valor de lo efímero, que desde el primer momento fue la carta que jugó Snapchat en esta partida, era una ventaja diferencial: inconscientemente, el usuario presta atención. La foto durará en su pantalla unos segundos, y 24 horas después será eliminada, por lo que los usuarios tienden a hacer más caso a las Instagram Stories que al scroll que hacen mientras bajan en sus timeline.
En definitiva, un conflicto empresarial que afecta a los millones de usuarios de redes sociales día a día, y al que en ComunicAlicante prestamos mucha atención como agencia de marketing digital en Alicante que trabaja con estas plataformas diariamente.
El inmovilismo de Snapchat, que a día de hoy prácticamente sigue viviendo de su idea nuclear, ha sido aplastado por completo por Facebook e Instagram con una receta sencilla: coger la parte del modelo con potencial para explotarse, incluirlo en una interfaz más amable y sencilla y apostar de forma decidida por ello. Más que un alumno superando a su profesor es un plagio beneficiando al infractor.