La publicidad en internet ha cambiado la forma de promocionar productos. Las tendencias en promoción en medios de comunicación son claras: este año 2017 ya va a tener más peso internet que la televisión para que las empresas den a conocer aquello que desean vender. Una de las vertientes más concurridas en la red es Instagram, una red social inicialmente pensada para compartir fotografías que con el paso del tiempo se ha convertido en una pasarela de exhibición de los productos más variopintos. Sus usuarios con más seguidores, los instagramers, se han convertido en imagen de promoción de productos, eventos o, como en la imagen que ilustra este artículo, en la portada de una revista.
Instagram, además de para amantes de la fotografía, se ha convertido en lugar de reunión para seguidores y fieles de la moda. Muchas marcas de distinto calado apuestan por influencers con potentes perfiles en esta red social para promocionar sus productos o prendas: desde moda hasta gastronomía o viajes, la norma común del lifestyle y la proyección de una imagen idealizada sirve para canalizar la red social como referente de opinión y canal de ventas.
El proceso de subida a la profesionalización de estos influencers ha sido habitualmente parecido: gente joven que, a base de fotos, hashtags y contenidos, ha conseguido grandes números de seguidores. A partir de cierto punto, pequeñas marcas empiezan a contactar con estas personas para ofrecer productos gratuitos a cambio de publicaciones. Aunque el alcance potencial sea limitado inicialmente a unos pocos miles de seguidores, las marcas saben que el impacto es elevado, pues un alto porcentaje de esos followers son seguidores activos y público objetivo concentrado en un perfil determinado.
Cobrar por hacer publicidad en internet
Instagramers como Dulceida, Lovely Pepa o Nina Urgell, y otras muchas personas un escalón por debajo –tanto en seguidores como en ingresos–, se dedican profesionalmente a publicar fotos (muy bien pagadas) en las que muestran productos de distintas marcas a las que etiquetan y hacen publicidad en internet. Cobran por asistir a eventos, se convierten en embajadoras de firmas, forman un equipo de fotografía, vídeo y contratación para profesionalizar todavía más sus perfiles y se convierten en referentes para miles de personas.
Además, el hecho de que empezasen dedicándose a ello altruistamente y ganando seguidores únicamente por su estilo y forma de ser implica que a la gente a la que aglutinan en torno a sus perfiles les gustase lo que veían ya antes de que instagramers vivieran de ello, por lo que asociarse con marcas tiene un gran impacto para éstas: saben que los seguidores son fieles a una persona, por lo que ponerle una determinada prenda hará que miles de personas automáticamente la vean con buenos ojos.
Los instagramers, que han conseguido sus seguidores por su estilo de vida, son vistos por buena parte de su público como referentes a muchos niveles. Cada prenda, producto o servicio que utilicen se convierte en algo deseado por un gran porcentaje de sus fans, algo que las marcas aprovechan y de lo que ellos mismos se benefician. Más de una agencia de comunicación ya gestiona perfiles de instagramers o intermedia entre marcas y profesionales de la red para ponerles en contacto. Y la burbuja sigue creciendo.