Muchos lugares del planeta siguen siendo peligrosos para ejercer el periodismo. Rincones desde los que trasladar información de primera mano para el resto del mundo se ha convertido en un oficio de riesgo. Gobiernos totalitarios que tratan de evitar la salida de información, grupos terroristas que ven en los reporteros a enemigos externos, bandas armadas, delincuencia… Un sinfín de situaciones que no hacen más que, año tras año, engrosar las listas de periodistas asesinados.
El último caso ha sucedido en uno de los puntos más calientes del mundo para los periodistas: México. El último de los periodistas asesinados, un editor de la cabecera El Gráfico de Xalapa llamado Jorge Ruiz, es de hecho el tercer periodista asesinado en menos de una semana. El noveno, solo en México, en lo que va de año.
Jorge Ruiz es uno de los casos más paradigmáticos de periodistas asesinados. Una persona que, por informar sobre casos sensibles, había recibido amenazas de muerte. Amenazas que, antes del suceso final, se habían traducido en ataques. Y ante las que, incomprensiblemente, no se habían aplicado las medidas preventivas debidas establecidas por la propia Fiscalía Local, que admitió que el reportero debía haber contado con escolta.
El caso de México es especialmente delicado para la prensa. Sobre todo, porque es un país que, a diferencia de los demás territorios del mundo donde el oficio supone un peligro, no se encuentra en estado de guerra. Es habitual conocer noticias de periodistas asesinados en países que viven conflictos armados, pero no tanto en territorios que viven en democracias supuestamente estables.
Durante 2018, según los datos recopilados y publicados por la Federación Internacional de Periodistas, 94 periodistas (o empleados de medios de comunicación) fueron asesinados. México fue el segundo en la lista con 11 casos, tras los 16 de Afganistán, y superando a Yemen, Siria e India.
Un trabajo para valientes
Kapuscinski, uno de los grandes faros de la profesión periodística, decía que para ser periodista es necesario ser buena persona. Sea cierto o no, en 2019 la certeza es que, en determinados territorios, sí es necesario ser valiente. Y con una peligrosidad creciente: el dato lleva aumentando varios años consecutivos, y no solo en territorios de guerra.
Los grupos locales armados se han convertido en los principales enemigos de la libertad de prensa. Tratan de impedir que más allá de su ámbito de actuación se conozca su actividad criminal, y como han demostrado no tienen problemas en acabar con la vida de informadores. En total, más de 1.300 crímenes fatales contra periodistas desde 1993, lo que ha llevado a los organismos internacionales a mover ficha para poner fin a este problema.
Observatorio de periodistas asesinados
La UNESCO creó a finales del pasado año 2018 el Observatorio de periodistas asesinados mediante el que hace un seguimiento de las medidas adoptadas para castigar los delitos contra los profesionales de medios de comunicación. Tanto reporteros locales en zonas de peligro, como los asesinados recientemente en México, como los corresponsales extranjeros informando desde territorios en guerra, están expuestos a un peligro inherente al ejercicio de su profesión.